Los más coquetos lucían rayas o manchas, otros mas tranquilos prefirieron una piel lisa de color discreto, los más prácticos pensaron en un color para confundir a sus enemigos o en una piel más gruesa para protegerse…en fin, cuestión de gustos.
Para bañarse, los animales dejaban su traje a la orilla del río, lo suficientemente separados como para no verse ni molestarse. Pero una tarde, el viento sopló más fuerte que de costumbre y arrastró los vestidos mezclándolos.
El elefante, que había dejado su piel rugosa y gris, se vistió como la serpiente coral: a rayas rojas, blancas y negras. El rinoceronte lucía el traje del leopardo y la jirafa se veía muy chistosa con las rayas de la cebra.
— ¡Estás rayada! ¡Estás rayada! —le gritó el mono colgado de una liana.
Enfurecida por la burla, la jirafa fue a la piedra del león, rey de la selva, a reclamar su traje. Allí se encontró con el elefante, el rinoceronte y además ¡un oso verde! Después de mirarlo un largo rato se dio cuenta de que tenía la piel de cocodrilo.
— ¡Me aprieta! —se quejaba el elefante.
— ¡Estoy demasiado llamativo! —decía el rinoceronte
— ¡No puedo moverme! ¡Este traje es muy duro! —rugía el oso.
El león tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no reírse a carcajadas. ¡Estaban tan graciosos! Pero el caso era grave. Los animales no dejaban de gritar enojadísimos hasta que el rey envió a un grupo de leonas en busca de la cebra, la serpiente, el leopardo y el cocodrilo.
—Seguro que están con el traje equivocado —dijo el león conteniendo la risa.
No fue difícil encontrar a un leopardo gris y rugoso, ni a una cebra con piel de jirafa. Mucho menos una serpiente finita dentro del enorme traje del elefante. Pero el cocodrilo no aparecía por ningún lado.
— ¡Allá está! ¡Detrás de esas plantas! —gritó una de las leonas.
— ¡Está desnudo! —grito otra.
El cocodrilo, cubierto con hojas enormes, se unió al grupo en busca del traje que faltaba. Apareció flotando en el río.
De vuelta en la piedra del león, los animales intercambiaron los trajes y cada uno se quedó con el suyo, pero las quejas no se hicieron esperar: la cebra protestaba porque la jirafa le había estirado el cuello de su vestido y la serpiente acusaba al elefante de ser muy gordo; el oso culpaba al cocodrilo de haber mojado su traje y el cocodrilo lloraba porque él decía que no había mojado nada. ¡Si estaba desnudo!
El rey, harto de los reclamos y sordo por tantos gritos, tomó una decisión terminante:
—Queda prohibido quitarse el traje en esta selva y en todas las selvas del mundo.
Desde entonces se cumple la orden, y ningún animal se volvió a desvestir.
Ignacio - Rey León
Comentarios
Quiero saber las respuestas porque no veo nada.
Felicitaciones y muchos éxitos!!!
Bettina